Hoy va la cosa de reminiscencias, chicos. Me ha pasado una cosa que me ha hecho recordar mi primer contacto con la que luego sería mi especialidad: la neurología (TACHÁN!) Sí, la neuro, esa especialidad que se ocupa de los nervios (pero no de los "nervios"), de los músculos (a veces), y del cerebro (verte bueno) entre otras cosas muy entretenidas.
Pues bueno, gente, corría el año 2002. En esa época tan dorada y lejana mi Universidad permitía cogerse Erasmus de verano, o sea, de 3 meses, para hacer prácticas hospitalarias. Un par de amigas y yo nos presentamos al examen de rigor (de italiano, en este caso) y fuimos agraciadas con sendas plazas estivales. Yo ya había estado en Italia con otra beca (¿a que me lo monto bien? ¿eeeh?) en una ciudad del norte lluviosa y neblinosa. Mi mejor recuerdo de ese mes: una escapada de fin de semana gloriosa, llena de mármoles, Adonises, Venuses y síndrome de Stendhal. Como era de esperar, elegí Florencia como mi destino Erasmusil (¡ains! ¡qué bonita!). Michelangelo, Botticelli, crostini, porcini... Era mi oportunidad de empaparme de Renacimiento hasta las cachas y ponerme ciega de comer exquisiteces toscanas. Ah sí, también tenía que ir al hospital (...) A lo tonto elegí tres de las asignaturas que tenía que cursar el año siguiente, sabiendo que las prácticas tenían fama de ser un poco mojón, a saber: pediatría, obstetricia y neurología.
Menos mal que ya chapurreaba italiano, y que empezamos por obstetricia (para ver un parto no hace falta saber latín). Pediatría resultó ser un poco más complejo, porque los niños ya se sabe que la mitad de las veces no se les entiende ni hablando el mismo idioma... Además, en Italia hay la dificultad añadida de que en cada región se habla un dialecto diferente (sobre todo los abuelos, claro). El véneto no hay quien lo entienda, ni el siciliano, pero curiosamente el napolitano tiene muchas cosas parecidas al español (es lo que tiene haberlos tenido invadidos muchos años, supongo). Aún así, más o menos, chapurreando, nos íbamos enterando de las cosas.
Así que llegamos a neurología. Yo no tenía ni papa de la materia; a esas alturas había estudiado neuroanatomía y neurofisiología, pero vamos, de lo que son las enfermedades en sí, NI PAPARL.
Total, que voy yo tan pancha el primer día, y me pego a la residente cuando se va a ver a sus pacientes.
"Giuseppe! qué tal? cómo estamos?"
Giuseppe, con un cabreo de mil pares de narices, le suelta una parrafada kilométrica totalmente incomprensible. Mientras, la resi asiente con cara de interés y dice "ahá, ahá, ya veo, ahá, ahá" cuando Giuseppe, congestionado, hace pausas para respirar. Yo, con cara de imbecil, intento seguir la conversación, sin entender ni jota.
Giuseppe, con un cabreo de mil pares de narices, le suelta una parrafada kilométrica totalmente incomprensible. Mientras, la resi asiente con cara de interés y dice "ahá, ahá, ya veo, ahá, ahá" cuando Giuseppe, congestionado, hace pausas para respirar. Yo, con cara de imbecil, intento seguir la conversación, sin entender ni jota.
"Bueno, Giuseppe, pues nos vamos, ¿eh? ¡lo veo muy bien!" Otra sarta de palabros por parte de Giuseppe, que a estas alturas tiene la vena de la frente que parece un percebe. Yo pensando "Me tengo que pillar más fascículos de Planeta Agostini, porque o este hombre habla un dialecto muy raro, o yo sé menos italiano de lo que pensaba".
Salimos de la habitación. La residente me pregunta que qué me ha parecido, y yo toda pánfila, le contesto que no he entendido un carajo de lo que ha dicho Giuseppe. A lo cual ella con cara de guasa me contesta: "Es que está afásico". A ver, el bueno hombre tenía un infarto cerebral en el área del lenguaje, así que aunque pensaba que se estaba expresando como un catedrático de la lengua, en realidad no decía nada más que galimatías.
Por un lado, yo no tenía ni papa de neurología. Por otro, ¡mi italiano estaba la mar de bien!
¿Que por qué me he acordado de ésto hoy? Pues hoy aquí en London me ha tocado ir a ver a una paciente que se está recuperando de una hemorragia cerebral. La buena señora está bastante fastidiada, y aunque abre los ojos y dirige la mirada, no obedece órdenes sencillas ni contesta cuando se le habla.
La cosa es que la señora es italiana, y antes de operarse hablaba poquillo inglés, pero se enteraba de todo (lleva aquí muchos años). Así que oye, por probar, me he puesto al lado y le he berreado en italiano.
"GIUSEPPA! COME STAI?!!"
Y la buena de Giuseppa ha musitado "Bene". Y luego sucesivamente ha abierto y cerrado los ojos (gli occhi), y me ha enseñado la lengua (la lingua). Y es que vamos, con lo coñazo que es intentar entender a los ingleses todo el día, imaginaros después de una hemorragia cerebral. No me extraña que la pobre Giuseppa no les hiciera ni puñetero caso...
Moraleja moralista: a los pacientes hay que hablarles en su propio idioma (qué obviedad ¿eh?). Pues a la gente se le olvida, oyes.
Moraleja no tan moralista: Viajar mucho sirve, más tarde o más temprano, así que moved el culo. Ya lo dijo el Dr. Letamendi: Quien sólo de medicina sabe, ni medicina sabe.
Gudnait mai friends. Buonanotte!